Por Marta QuinterosMás allá del caso Epstein: las nuevas polémicas que complican al expríncipe Andrés
Su reaparición pública con más privilegios, la retención de documentos oficiales y su resistencia a abandonar la residencia real a pesar de haber perdidos sus títulos nobiliarios, vuelven a tensionar el debate sobre la transparencia y trato excepcional dentro de la monarquía británica, en un momento de alto escrutinio institucional.

Andrés Mountbatten-Windsor, el expríncipe Andrés, nuevamente está en el centro de la atención. Esta vez no por el resurgimiento del caso Epstein, sino por una seguidilla de episodios que han reabierto el debate sobre sus privilegios y la falta de transparencia en torno a la familia real británica.
Su última polémica fue una escena de apariencia trivial: fue visto conduciendo un Land Rover Defender nuevo, cuyo valor ronda las 75.000 libras esterlinas (unos 100 mil dolares). Las imágenes, captadas en las cercanías del Castillo de Windsor durante las fiestas navideñas, reactivaron la discusión sobre los privilegios que el hermano menor del rey Carlos III aún mantiene, a pesar de haber sido marginado de las funciones oficiales de la monarquía.
El exduque de York, de 65 años, fue captado saliendo de su residencia, el Royal Lodge, la mansión de 30 habitaciones en la que ha residido durante años y de la que deberá marcharse en breve. El todoterreno que conducía llamó la atención por su impecable estado: tan reciente que su registro en la Agencia de Licencias de Conducir y Vehículos (DVLA) se produjo a principios de este mismo mes. En otra de las escenas, Andrés circulaba seguido por un vehículo similar, un Land Rover Discovery, conducido presuntamente por un miembro de su equipo de seguridad.
La presencia del Defender no es menor. Jaguar Land Rover mantiene desde hace más de 70 años un vínculo estrecho con la familia real británica, que se inició en 1951, cuando la compañía recibió su primera orden real de manos del rey Jorge VI. Este acuerdo, renovado recientemente bajo el reinado de Carlos III, permite a los Windsor acceder a una flota de vehículos cedidos en préstamo y, en ciertos casos, probar modelos antes de su lanzamiento oficial.
Andrés ha sido beneficiario de este sistema durante largo tiempo, pero verlo al volante de un todoterreno de alta gama fue particularmente polémico ahora que ha perdido títulos y distinciones.

De acuerdo con el Daily Mail, la relación de los Windsor con los Land Rover roza lo simbólico: Isabel II y el príncipe Felipe eran conocidos por su predilección por estos vehículos y, según distintas versiones, llegaron a tener varios ejemplares. El Defender tuvo incluso un rol cargado de significado en el funeral del duque de Edimburgo, cuando su féretro fue trasladado en un modelo especialmente adaptado. Más recientemente, el príncipe Jorge fue fotografiado celebrando su octavo cumpleaños sobre el capó de uno de estos todoterrenos, consolidando su estatus como emblema asociado a la realeza.
Transparencia en la monarquía
Esta semana, la Oficina del Gabinete de Reino Unido quedó bajo fuertes críticas tras ser acusada de proteger a la familia real al bloquear, a último momento, la publicación de documentos oficiales relacionados con el expríncipe Andrés, según informó el diario británico The Guardian.
Entre los archivos retenidos figuraban actas sobre sus gastos de viaje cuando ejercía como enviado comercial británico, que ya habían sido compartidas con la prensa bajo embargo y luego retiradas alegando un “error administrativo”. Según esos documentos, un cambio en las normas habría permitido que cerca de 90.000 libras esterlinas en costos de desplazamientos -a lugares como China, Rusia, el sudeste asiático y España- pasaran a ser cubiertos por el presupuesto de la Casa Real.

El episodio volvió a poner el foco en la práctica habitual de retener o retrasar la publicación de archivos vinculados a la monarquía bajo la Ley de Registros Públicos. Desde el movimiento antimonárquico Republic, su director ejecutivo, Graham Smith, sostuvo que no deberían existir excepciones para la realeza.
“La razón más probable para este intento de detener la divulgación es la presión del palacio. La realeza ha tratado de mantener todo en secreto cuando se trata de Andrés, no para protegerlo, sino para protegerse a sí mismos”, apuntó Smith.
Además de los documentos sobre el exduque de York, los archivos liberados incluyen material sensible de otros episodios históricos, como la muerte de Diana, princesa de Gales, y comunicaciones internas del gobierno de Tony Blair.
En ese contexto, se reveló que Downing Street se negó en 2005 a divulgar detalles de una conversación entre Blair y el entonces presidente francés Jacques Chirac tras el accidente de París donde murió Lady Di, argumentando que se trataba de intercambios confidenciales y que su publicación no era de interés público.
Impacto del caso Epstein
Mientras Andrés era visto conduciendo en solitario por Berkshire, la distancia con el resto de su familia quedaba en evidencia. Sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia, se trasladaron a Sandringham para pasar la Navidad junto al rey Carlos III y la reina Camila. Acompañadas por sus esposos, Edoardo Mapelli Mozzi y Jack Brooksbank, asistieron al tradicional oficio religioso del 25 de diciembre, una presencia leída como un respaldo explícito a la institución en un momento especialmente complejo para su padre.

El exduque de York, en cambio, vivió las fiestas al margen, mientras se publicaban más informaciones sobre su vínculo con Jeffrey Epstein, el fallecido magnate acusado de tráfico sexual. El Departamento de Justicia de Estados Unidos volvió a situarlo en el foco al incorporar testimonios no verificados de una presunta víctima, que denuncia abusos en distintos entornos asociados al financiero. Entre los señalamientos figuran supuestas fiestas con menores, episodios de violencia e incluso un presunto atropello en el que Andrés habría estado involucrado, un hecho que las autoridades británicas aseguran no tener registrado.
A estas acusaciones se sumó además la difusión de correos electrónicos intercambiados entre Ghislaine Maxwell -condenada en 2021 por tráfico sexual- y una persona identificada solo como “A”, que algunos creen que podría ser Andrés. Algunos mensajes, enviados a comienzos de los años 2000, contienen alusiones ambiguas que han alimentado las especulaciones sobre la identidad del interlocutor. Sin confirmación oficial, su contenido volvió a poner bajo sospecha al entorno de Epstein y a sus vínculos con figuras influyentes, incluido el expríncipe.
En paralelo, también salió a la luz una nueva imagen procedente de los archivos privados de Epstein, en la que aparece el hijo de Isabel II en Sandringham, sentado junto a varias jóvenes bajo la mirada de Maxwell.
En octubre, el Rey Carlos III, de 77 años, dio el paso sin precedentes de despojar a Andrés del estilo principesco, los títulos y los honores, en medio de un resurgimiento del interés en sus vínculos con el difunto y deshonrado Epstein. El financiero estadounidense murió en prisión mientras esperaba ser acusado de tráfico sexual en agosto de 2019.
Los vínculos de Andrés con Epstein impulsaron su retirada de la vida pública tras una impactante entrevista en BBC Newsnight, en la que habló de su relación con Epstein, en noviembre de 2019. El exduque de York se retiró de su cargo real tras su emisión, pero ha negado reiteradamente cualquier irregularidad.
En enero de 2022, la reina Isabel II despojó a su segundo hijo de sus títulos y patrocinios militares después de que un juez rechazara su intento de que se desestimara la demanda por agresión sexual interpuesta contra él por Virginia Giuffre, víctima de Epstein. Andrés llegó entonces a un acuerdo extrajudicial con Giuffre por una suma no revelada. La mujer de 41 años se suicidó en abril pasado.
Adiós al Royal Lodge
El impacto de estas polémicas ha tenido efectos concretos en la vida de Andrés. Tras perder títulos y honores por decisiones adoptadas primero por la reina Isabel II y luego por el rey Carlos III, ahora el exduque debe abandonar el Royal Lodge antes del 31 de enero. Entre las alternativas que se barajan figura Marsh Farm, una propiedad ubicada en la finca de su hermano en Norfolk. El traslado marcará el cierre de un ciclo y su última Navidad en la residencia de Windsor.
Pero el expríncipe está retrasando su salida del Royal Lodge y no tiene intención de abandonar la residencia en el corto plazo. Según fuentes citadas por la prensa británica, el hermano menor de Carlos III nunca quiso dejar la finca de Windsor, donde ha vivido por más de dos décadas, y estaría haciendo todo lo posible por prolongar su permanencia. Y la demora responde tanto a su resistencia personal como a dificultades prácticas.

La vivienda alternativa prevista en la finca real de Norfolk requiere importantes trabajos de remodelación antes de ser habitable, lo que podría extenderse por varios meses. Además, Andrés se habría negado a mudarse de manera temporal mientras se realizan esas obras. A esto se suma que el contrato de arrendamiento le permite permanecer legalmente en el Royal Lodge hasta el próximo otoño, lo que limita la capacidad de la Casa Real para acelerar el proceso.
Aunque el rey Carlos III ha intentado marcar distancia entre la monarquía y las controversias que rodean a su hermano, las fuentes insisten en que Andrés planea aferrarse a la Logia Real el mayor tiempo que las circunstancias se lo permitan, incluso si su salida final ya está definida.
Con todo, la situación de sus hijas Beatriz y Eugenia no se ha visto alterada. Fuentes citadas por la revista People señalan que sus títulos y su rol dentro de la familia real permanecen intactos y su presencia en Sandringham durante las celebraciones navideñas fue interpretada como una señal de continuidad institucional en medio de un período de fuerte escrutinio.
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