
La colorida celebración de Fiestas Patrias de los alumnos migrantes de la Escuela Libertadores de Chile
El viernes 12 de septiembre el establecimiento inició las festividades con un acto en el que sus alumnos -el 90% de ellos extranjeros o hijos de extranjeros- usaron las tradiciones chilenas como espacio de encuentro. Bailaron, desfilaron con banderas de sus países y dieron vida a una versión diferente de Fiestas Patrias.

A eso de las 10:00 de la mañana del viernes 12 de septiembre, la Escuela Libertadores de Chile, dependiente de la Municipalidad de Santiago, le dio el vamos a las celebraciones de Fiestas Patrias. Pero no con el tradicional pie de cueca. En su lugar, todos los estudiantes salieron a la cancha ondeando las banderas de sus países y bailando al ritmo de Si somos americanos, de Rolando Alarcón. La escena no fue casual: más del 90% de los estudiantes son migrantes o hijos de migrantes. “Fue una apertura muy especial, la planificamos para reconocer la realidad de nuestra escuela”, dice su director, Sebastián Carretero.
El colegio, con más de 122 años de historia, tiene hoy dos cursos por nivel desde primero a sexto básico (y uno en kínder), sumando alrededor de 300 estudiantes. De ellos, la mayoría son venezolanos, colombianos, peruanos y ecuatorianos, además de algunos brasileños, argentinos, bolivianos, dominicanos e incluso un alumno japonés.
“Un 56% de la matrícula es de alumnos migrantes y otro 40% son hijos de padres extranjeros que nacieron en Chile. Solo tienen de chilenos haber nacido acá”, explica Carretero. Pero eso no fue motivo para que la diversidad cultural opacara las costumbres típicamente chilenas.

El acto incluyó bailes típicos de norte a sur del país: cueca, trote, caporal y hasta representaciones de la Polinesia. En el escenario se alternaron los cursos, desde preescolar hasta sexto básico, mientras los apoderados los observaban y aplaudían desde sillas instaladas bajo un toldo.
Pero la preparación para el acto comenzó mucho antes, con alrededor de un mes de antelación. El colegio entero se convirtió en un escenario vivo donde se mezclaron ritmos del norte y sur de Chile con la energía de los niños y niñas.
La música de Illapu y canciones como Primer sueño de amor acompañaron los pasos de caporal de los segundos básicos, mientras los apoderados aplaudían y tomaban fotos.

El ambiente estaba decorado con guirnaldas y la bandera nacional, y la animación de los profesores arriba de la tarima recordó que parte de la vestimenta había sido confeccionada por los propios niños: carteras tejidas a telar y pompones de lana que acompañaron las coreografías.
Pero lo que más llamó la atención fue el entusiasmo de los alumnos. “Ayer trajimos un chinchinero y cuando les preguntó a quién le gustaba bailar cueca, todos levantaron la mano”, cuenta Roberto Berríos, profesor de Historia y jefe de la Unidad Técnico Pedagógica.
“Lo más bonito es que no lo hacen solo por una nota, realmente les gusta. Y se nota cuando los ves ensayar o en la presentación: lo están pasando bien”, dice Berríos, mientras señala el camino a los estudiantes que comienzan su acto.

Entre ellos estaba Valentina González, de 12 años, quien llegó de Venezuela cuando tenía cuatro. Este 2025 le tocó bailar cueca por cuarta vez. “Le emociona más que cualquier otro baile”, dice su mamá, Yamaly Alfonzo. “Practicaba en la plaza, hacía videollamadas con sus amigas y bailaban juntas. No aprendió a bailar joropo en Venezuela, pero aquí aprendió a bailar cueca. Para mí es emocionante”.

Valentina llegó al colegio con su vestido comprado para la ocasión, el cabello peinado en dos trenzas y flores en la cabeza.
En otro rincón del patio, Ángel Isaac, de quinto básico, esperaba su turno para bailar la pincoya. “Se ha preparado toda la semana”, cuenta su padre, Antonio Mendoza, quien llegó desde Venezuela hace ocho años. “Él ha bailado en Fiestas Patrias desde primero básico. Estos son los únicos bailes que ha visto, no conoce los de Venezuela, porque se vino muy chico”.

Ángel, vestido con traje chilote, gorro y polainas, confirmó el entusiasmo que siente por los bailes típicos, y la celebración del 18 de Septiembre. “Mi baile favorito es el chocolate. Me gustan estas fiestas, las paso bien. Me gustan las sopaipillas y los terremotos para niños”.
Pero la jornada no solo fue de música y danza. Alrededor del patio se instalaron puestos de comida típica chilena -choripanes, empanadas, anticuchos, chilenitos y mote con huesillo- atendidos por los propios apoderados. Ahí, ellos fueron los encargados de preparar y vender al resto de la comunidad escolar.

Fue la organización de la escuela la que decidió darle a cada curso la posibilidad de armar su puesto de comida, pero con el fin de hacerlos sentir también chilenos, les dieron los productos que pueden vender. “Solo típicos chilenos. Así ellos también aprenden sobre la cultura nacional. Es simpático verlos hacer mote con huesillo cuando nunca lo habían preparado”, comenta el director.

Mientras que para los profesores estas actividades son más que un festejo: un espacio de integración. “Los padres de nuestros estudiantes extranjeros son muy comprometidos y exigentes con la educación de sus hijos”, dice Berríos. “Ven en la escuela una oportunidad de desarrollo, y eso se refleja en la disposición que tienen para participar”.
Para Carretero, mientras tanto, la misión de la escuela es que los estudiantes “sientan que este es su territorio de acogida”. Por eso, además de la celebración de Fiestas Patrias, el colegio realiza pasacalles por el barrio para su aniversario, semanas temáticas, como la del inglés y el Día del Libro, y talleres con la Oficina Municipal de Migrantes, para orientar a las familias en sus trámites.
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