Columna de Javier Vega: Inversiones en compás de espera

"El acuerdo que encausa la discusión constitucional es una noticia que puede ayudar a reducir la incertidumbre. Un tono más pro-inversión de las autoridades económicas también aporta. Y el dinámico mercado de las “inversiones verdes” -donde destacan los proyectos de hidrógeno verde- puede convertirse en una grata sorpresa en el futuro. Sin embargo, estas señales no alcanzan a compensar las dudas y la enorme incertidumbre que enfrentan quienes arriesgan su capital en proyectos cada vez más riesgosos."



La inversión siempre ha estado condicionada a los “animal spirits”-término acuñado por Kaynes en 1936-, impulsos que dependen del entorno regulatorio, social y, en especial, del político. Por ejemplo, a raíz de la discusión de la reforma tributaria de 2014 -a la que sumó posteriormente una reforma laboral profunda- la reacción de la inversión fue elocuente: entre 2013 y 2017 registró una caída de 9,3%.

En la actualidad se discute otra reforma tributaria -que busca recaudar 3,6% del PIB- que tiene implicancias importantes en el ahorro corporativo y fuertes desincentivos a inversionistas de alto patrimonio. En paralelo se presentó una reforma previsional que agrega 6% de mayores cotizaciones a cargo del empleador que, sumado a la reducción de la jornada laboral, encarece la contratación en el mercado laboral. Pero quizás lo que más crea incertidumbre es la indefinición que persiste sobre la nueva Constitución.

¿Qué se puede esperar de la inversión en este contexto? Además de las variables económicas puras que definen el rumbo de la inversión -en las que interactúan la tasa de interés, los niveles de ahorro, la innovación y el entorno externo, entre otros- y que todas arrojan señales negativas, esta vez la discusión regulatoria es la que está teniendo efectos significativos sobre las decisiones de inversión. El índice de Incertidumbre Política Económica que calcula Clapes UC, aunque muestra a noviembre una disminución respecto a las lecturas previas -en la media móvil anual-, aún se mantiene en niveles altos. La confianza empresarial suma 9 meses en terreno pesimista, con sectores como la construcción que se hunden en su nivel más bajo en casi dos años y medio.

La inversión registraría una caída de 6% en 2023 y quizás veamos otra caída adicional en 2024. No es difícil de entender este descenso cuando elementos cruciales para definir el éxito de un proyecto de inversión se encuentran en plena discusión. Lo que es menos comprensible es que unos US$11 mil millones estén a la espera del pronunciamiento del Comité de Ministros o que autoridades que debieran ceñirse a factores técnicos al momento de evaluar un proyecto sean “coordinados” para votar de una forma u otra por razones más bien ideológicas.

El acuerdo que encausa la discusión constitucional es una noticia que puede ayudar a reducir la incertidumbre. Un tono más pro-inversión de las autoridades económicas también aporta. Y el dinámico mercado de las “inversiones verdes” -donde destacan los proyectos de hidrógeno verde- puede convertirse en una grata sorpresa en el futuro. Sin embargo, estas señales no alcanzan a compensar las dudas y la enorme incertidumbre que enfrentan quienes arriesgan su capital en proyectos cada vez más riesgosos.

En una composición musical, el periodo de silencio que “detiene” la música se denomina compás de espera. La inversión en Chile parece estar en el mismo silencio, a la espera de mejores condiciones que reactiven la música del progreso, la generación de empleos y la creación de valor de las compañías en el país. Es urgente sacudirse de esta prolongada pausa con una melodía que para los inversionistas sea como música para sus oídos.

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