Las lecciones políticas del 18-O

A 12 meses del inicio del denominado estallido social, que remeció el tablero político, desde todos los sectores aseguran que los hechos generaron una serie de aprendizajes para su actuar. Desde la oposición apuntan a las reformas estructurales, aunque en el camino ha habido fragmentación y reorganización de fuerzas. En el oficialismo, recalcan el cuidado del lenguaje, el fortalecimiento institucional y la necesidad de la unidad.


La reconfiguración de las alianzas y el eje hacia la izquierda

En la centroizquierda coinciden en que no han podido capitalizar el momento político y, pese a la crisis que enfrentó el gobierno, siguen divididos. Distintos sectores sostienen que el hito corrió el “eje hacia la izquierda”, pero cada uno saca sus cuentas ante la reorganización de fuerza.

Si algo comparten en la oposición, desde la DC hasta el Frente Amplio (FA), es que el estallido social corrió el cerco del “sentido común” hacia la izquierda y así, quienes en algún momento se resistieron a los cambios, entendieron que se hacía “imperativo” avanzar hacia reformas profundas en materia social.

En ese sentido, en la centroizquierda sostienen -con distintos matices- que el 18-O le dio la razón, en parte, al diagnóstico con el que Michelle Bachelet llegó a La Moneda en 2013, cuyo eje central era enfrentar la desigualdad e iniciar un proceso constituyente. Y, por otro lado, a las banderas que defendió el FA con la candidatura de Beatriz Sánchez en 2017.

Pero también, dicen en la oposición, el estallido los forzó -en distintos grados y sobre todo a quienes gobernaron durante los años de la Concertación- a hacer una autocrítica ante la creciente desconfianza de la ciudadanía. “Ha sido un período de hacerse cargo de las responsabilidades que a todos en el mundo político nos corresponden”, dice el presidente del PR, Carlos Maldonado.

Así, pese a que en el sector aseguran que hoy está sobre la mesa “una agenda progresista”, este año no ha sido uno de cuentas alegres para la centroizquierda. De hecho, según reconocen algunos dirigentes, ningún partido de la oposición ha tenido la capacidad de “capitalizar” el estallido en términos políticos y, a casi una semana de un plebiscito que alguna vez se miró como un factor para la tan ansiada unidad opositora, en estos doce meses la centroizquierda no ha estado ni cerca de ese objetivo.

En ese sentido, en la oposición existen diferentes miradas del impacto político que tuvo el 18-O y, por lo mismo, cada fuerza saca sus propias lecciones: Mientras algunos, como la DC, sostienen que se produjo una “polarización” que abrió un espacio para la revitalización de las fuerzas de centro, otros, como el Partido Socialista, aseguran que se estableció un escenario “más a la izquierda” que podría ser “beneficioso” para impulsar los cambios que han defendido.

“Bachelet planteó anticipadamente la necesidad de realizar todos estos cambios. ¿Y qué hizo la derecha? Le hizo la vida imposible e incluso hubo sectores de la ex Nueva Mayoría que no entendieron la importancia de esas transformaciones”, recuerda el timonel PS, Álvaro Elizalde.

Otros, sin embargo, ponen un matiz. “El estallido tiene un componente progresista, pero no hay ningún solo liderazgo que haya logrado capitalizarlo y, desde ese punto de vista, hay que tener ojo, porque el estallido no fue de izquierda”, sostiene el presidente de la DC, Fuad Chahin.

En la oposición reconocen que una de las lecciones que esperaban sacar del estallido social no se cumplió. En ese entonces, tras la firma de un acuerdo constitucional donde estuvo la mayor parte de la centroizquierda -con excepción del PC- y una DC que comenzaba a abandonar su aislamiento y el “camino propio”, en el sector vieron una oportunidad para alcanzar la unidad.

Sin embargo, hoy las diferencias en la centroizquierda son incluso más profundas. De hecho, luego de las fallidas negociaciones por las primarias municipales y de gobernadores regionales, el bloque se reconfiguró en dos pactos, materializando así las distintas “oposiciones” que existen en el sector.

Por un lado, el PS, PR, PPD, la DC, el PRO y Ciudadanos se agruparon en la “Unidad Constituyente”, mientras que el FA se reafirmó como coalición. En tanto, el PC junto a la FRVS quedaron aislados del resto del sector. Esa atomización, dicen, hace aún más complejo que la centroizquierda tenga posibilidades ciertas de ganar la próxima presidencial.

FA “a la izquierda”

El 18-O también provocó un duro golpe para el FA. Tras el acuerdo del 15 de noviembre se generó un remezón interno en el bloque que terminó con la salida de una de sus fuerzas más fuertes electoralmente, el Partido Humanista. Asimismo, el conglomerado no ha podido recuperar sus niveles de aprobación previos al estallido, ni el de su excandidata presidencial.

En el bloque reconocen que aún no han podido superar la histórica tensión de si acercarse o no a los partidos de la ex NM, pese a que aseguran que el estallido les abrió la oportunidad de competir por el gobierno. No obstante, hoy la mayor parte del FA pretende impulsar un “giro hacia la izquierda” y lograr pactos con el PC.

PC aislado, pero con Jadue subiendo

Tras el estallido, el PC endureció sus posturas. Por esos días, desde la colectividad liderada por Guillermo Teillier apoyaban la legítima “desobediencia civil” y llamaban a la salida del Presidente Piñera. Ese tono, los distanció del resto de la centroizquierda, situación que se profundizaría la madrugada del 15 de noviembre.

Esa noche los comunistas optaron por restarse de lo que calificaron como una “cocina”. Y pese a que eso, en alguna medida, los terminó aislando del resto de la centroizquierda, en la colectividad ven con buenos ojos lo que el estallido significó para los comunistas.

“Tras habernos diferenciado a partir del pacto por la Paz (y una nueva Constitución) , al partido le ha ido bien y se nota con su posible candidato presidencial”, dijo a La Tercera el fin de semana pasado Teillier, aludiendo precisamente a que el comunista Daniel Jadue es la carta de la centroizquierda mejor posicionada en las encuestas.

Manifestación del 25 de octubre de 2019, donde llegaron 1,2 millones de personas, según cálculos oficiales. Foto: Patricio Fuentes

Los efectos en Chile Vamos y las miradas que conviven en La Moneda

En el gobierno dicen que hay diferentes visiones en el comité político y en el grupo cercano a Piñera sobre el estallido. En Palacio, de todas maneras, sacan aprendizajes en común, mientras en la coalición creen que -pese a las diferencias- el sector se terminó uniendo ante la oposición.

Una serie de reuniones de análisis al interior de Chile Vamos y también entre la coalición y el gobierno se generaron a partir del estallido social. En plena crisis, pero también cuando ya habían pasado varios meses, distintos personeros del oficialismo debatían en privado sobre qué rumbo se debía tomar.

Varios de esos encuentros se tradujeron en una serie de iniciativas de ley para responder a las demandas sociales, pero en la centroderecha agregan que fue en esas instancias en las que se reflejó la disparidad de visiones que existen en el bloque, uno de los principales efectos políticos que tuvo el 18-O en el sector.

En Palacio, por ejemplo, admiten que conviven visiones muy diferentes en el comité político y en el grupo más cercano al Presidente Sebastián Piñera. De hecho, en el análisis interno para ver si realizar un balance a un año del estallido hubo diferencias, ya que algunos vinculan la fecha solo con violencia y que, por lo tanto, no se debería conmemorar, mientras que hay otros personeros del gobierno que lo consideran un proceso necesario que terminará contribuyendo al país.

Más allá de eso, en el Ejecutivo han sacado algunas lecciones, como la importancia de generar espacios de participación ciudadana que permitan mayor conexión con las demandas sociales. Así, hay quienes creen que haciéndose cargo de las demandas ciudadanas se puede aislar a los grupos violentistas, pero, por otro lado, uno de los aprendizajes en el gobierno tiene que ver con la relevancia del discurso y el tono que se utiliza. En ese sentido, señalan que la frase del Mandatario sobre que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso” forma parte de estos aprendizajes sobre las cosas que no debieran repetirse.

Asimismo, en La Moneda apuntan a la importancia de mantener una coalición unida para poder gobernar, sobre todo ante las fuertes divisiones que se produjeron en Chile Vamos. Justamente, uno de los principales efectos políticos del estallido fue ese: resaltar los contrastes que conviven en el bloque, especialmente entre un sector de RN liderado por el actual ministro de Defensa, Mario Desbordes, y la UDI y Evópoli.

Al respecto, en la coalición también hay un balance dispar. Por un lado, en algunos partidos la principal conclusión que se ha instalado con el paso de los meses es que el estallido, pese a las divisiones políticas que exacerbó en la centroderecha, terminó uniendo al bloque ante la centroizquierda. Sin embargo, en otras colectividades miran con distancia ese análisis y creen que la crisis no generó nada positivo para la centroderecha y el país. Además, se ha instalado también una reflexión sobre el crecimiento económico y cómo ese elemento -eje fundamental en el discurso histórico de la derecha- no es percibido como algo fundamental para gran parte de la población.

“En Chile Vamos lo que hizo fue lograr que en temas importantes pudiéramos unirnos, porque estábamos enfrentando a una izquierda muy beligerante”, dice la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, mientras que el diputado y extimonel gremialista Patricio Melero sostiene que el escenario “ha procurado un mayor sentido de unidad frente a la amenaza de nuestro sistema democrático y los desafíos que tenemos”, junto con señalar que “el crecimiento económico no es valorado por la ciudadanía como un elemento de bienestar social permanente, sino que deja también en evidencia que tenemos que tener más y mejor Estado”. Y agrega: “Ahí hay una falencia muy importante que lleva a nuestro sector político a mirar que el rol subsidiario del Estado tiene que avanzar en una dirección de fortalecer este rol del Estado en una forma más resuelta de lo que lo ha hecho hasta ahora”.

Sin embargo, el propio Desbordes -uno de los protagonistas del acuerdo constitucional de noviembre- dijo el viernes en una entrevista radial que “en la política hay gente que ha seguido intentando buscar acuerdos y otros que regresaron a las trincheras”. Esto, apuntando a la propia centroderecha y también a la centroizquierda. “Hay gente que creo que no ha estado a la altura, que volvió a la trinchera, que sacó otras cuentas ahora, y con la tranquilidad de los días que hemos tenido, y olvidándose de los días que teníamos, cambió radicalmente”, recalcó.

El presidente de Evópoli, Andrés Molina, agrega que “Chile Vamos tiene un abanico de miradas distintas en varios ámbitos de la sociedad, pero también al interior de cada partido”; y que en cada colectividad “se reflejaron diferencias, énfasis y prioridades” distintas. Además, el dirigente dice que una de las principales lecciones del 18-O es un “juzgamiento al Estado” por reclamos en diversas áreas y que, por lo tanto, “el gran desafío es la modernización” del Estado. “Como Chile Vamos tenemos que empujar las reformas a las instituciones para que recobren el prestigio que tenían”, señala, algo a lo que también se suma el senador Felipe Kast, quien plantea que el estallido social visibilizó más aún lo que califica como una “falla sistémica” del aparato público en áreas como salud, educación y seguridad, temas que debieran ser parte -dicen en el sector- de las nuevas prioridades.

De todas maneras, Kast señala que en la coalición “tienes visiones que son más de inmovilismo, en un extremo, y en otro extremo tienes el populismo”, por lo que “hay una ruta intermedia que debiera caracterizar a Chile Vamos, que es el reformismo con sentido de urgencia y de forma responsable”.

Precisamente, ese es uno de los puntos claves que resaltan en La Moneda, donde señalan que Piñera tiene una preocupación especial por el “fortalecimiento institucional” y que por eso mismo parte central de su discurso en el último año ha sido la necesidad del respeto a las instituciones como una forma de “cuidar la democracia”.

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