Ramón Latorre: “En ciencias, el mentor, debe ser un apagador de incendios”

Ramón Latorre de la Cruz, premio Nacional de Ciencias Naturales (2002).

El investigador y Premio Nacional de Ciencias Naturales calcula que ha formado alrededor de 50 científicos durante su carrera. La mayoría de ellos durante su doctorado. "Con un presupuesto de miseria" dice que es difícil que Chile obtenga alguna vez un Premio Nobel en esta área. Mientras tanto, sigue en su tarea de formar en "libertad".


Reconoce que desde siempre le gustó mucho leer. Su primer acercamiento a la ciencia fue a través del libro de aventuras Cazadores de Microbios del escritor Paul De Kruif. Durante la enseñanza media, en el Liceo José Victorino Lastarria, tenía buenas notas e incluso a veces obtenía mejores calificaciones en Historia y Geografía que en Química. También le gustaba la poesía y el teatro.

Con todas esas inquietudes, Ramón Latorre de la Cruz, premio Nacional de Ciencias Naturales (2002), ingresó a estudiar Bioquímica en lo que entonces era la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad de Chile. Pero no fue hasta tercer o cuarto año de la carrera que realmente sintió vocación por la ciencia y todo gracias a la que él confiesa fue “su mentora”.

“Yo creo que aquí hay una cosa fundamental, que lo que te cambia la vida es algún maestro o maestra importante y eso es fundamental para todos los científicos. Hay algunos que tienen una vocación desde que nacen y en el caso mío, yo estaba muy confundido. Yo sabía que había toda una belleza en la ciencia, belleza equiparable a la que puede haber en un cuadro o una pintura. Para mí, no hay diferencias, la cultura y la creación es una sola y se fue armando en mi cabeza y por eso yo creo que era tan desordenado”, recuerda el investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso (Cinv), uno de sus fundadores y ex director.

-¿Qué ocurre finalmente que se decide por las ciencias?

Yo quería hacer algo para ayudar a las personas. Quería la ciencia aplicada. Me iba a ir a trabajar con el doctor Fernando Monckeberg, en desnutrición. Entonces me encuentro con la profesora Mitzy Canessa, ella fue mi primera maestra y mentora. Ella me dice que si quiero hacer ciencia aplicada primero debo aprender cómo funcionan las cosas en biología y que después de eso, puedo hacer lo que quiera. Como decía Pasteur: “No hay ciencia aplicada sino aplicaciones de la ciencia”.

“La primera vez que me invitó a su casa a una reunión, todos los invitados hablaban de música, de poesía, eso fue para mí la atracción fatal y me fui a hacer la tesis con ella. Yo creo que un poco antes de eso, comienza la transformación. En Bioquímica cuando uno llegaba a cuarto año, te encontrabas con científicos que estaban trabajando en la frontera del conocimiento, muy buenos profesores y entonces uno se empezaba a dar cuenta que hacer teatro y hacer ciencia, en cuanto a creatividad, no era tan distinto”, continúa.

Cuando terminó su licenciatura, comenzó su doctorado en Ciencias, en la misma universidad. Junto a su esposa, la también doctora Cecilia Hidalgo (Premio Nacional de Ciencias Naturales, 2006) fueron los primeros alumnos en doctorarse. Posteriormente, Latorre recibió una beca de postdoctorado del National Institute of Health de EE.UU. donde trabajó para el laboratorio de biofísica de esta institución hasta 1972, cuando volvió a Chile como profesor asistente en la Facultad de Ciencias. Pero en 1973, regresa al país del norte y se convierte en investigador de la Universidad de Duke y más tarde, en la Universidad de Chicago. En 1977, se va a la Universidad de Harvard, como profesor asistente.

“Yo creo que aquí hay una cosa fundamental, que lo que te cambia la vida es algún maestro o maestra importante y eso es fundamental para todos los científicos", destaca el investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso (Cinv), uno de sus fundadores y ex director.

Conocimiento libertario: Montemar

Junto a su mentora, Mitzy Canessa, Latorre también reconoce Mario Luxoro como “jefe de tribu” y también uno de los pilares en su formación científica. Luxoro, Premio Nacional de Ciencias Naturales (2000) fue uno de los impulsores de la creación de la Facultad de Ciencias de la U. Chile y del Laboratorio de Fisiología Celular de Montemar, donde trabajaron Latorre, Hidalgo y Francisco Bezanilla, biofísico y miembro de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias de Estados Unidos.

“Mario Luxoro es fundamental en haber creado el laboratorio de Montemar, donde se crea la escuela de biofísica. Tuvimos mucha suerte. Allí, los maestros nos dejaron libres. No había lugar a paternalismo, si alguno estaba equivocado se podía decir y aclarar la situación. Entonces nos decían: ´Aquí están los equipos. Estas son las preguntas. Usted haga su tesis´. Te dejaban totalmente libre. Ellos eran como los apagadores de incendio, cuando uno se quedaba pegado daban alguna pista de cómo solucionar los problemas”, recuerda hoy Latorre.

También reconoce que tuvieron suerte al trabajar con la jibia chilena, el gran calamar que les permitió estudiar neuronas y axones gigantes y hacer que Montemar se convirtiera en un centro de investigación internacional. “No existía ningún lugar en el mundo donde hubiera posibilidad de estudiar una neurona de este tamaño, entonces en nuestro laboratorio no solo estaban los maestros como Luxoro o Mitzy Canessa, también venían los mejores electrofisiólogos de ese momento en el mundo. Era un laboratorio que combinaba inteligencia y sensibilidad con la capacidad de dejar al mundo libre de crear”.

En la zona conocida como Montemar, en la Región de Valparaíso, está ubicada la casa que alberga desde 1965 al mítico Laboratorio de Fisiología Celular fundado por el profesor Mario Luxoro Mariani. Foto: U. de Chile.

-¿Cree usted que hoy quienes se están formando como científicos, tienen esta misma libertad que tuvo usted?

Yo sigo creyendo que el mentor tiene que ser un apagador de incendios, el problema es que la carrera se ha vuelto muy competitiva, muy difícil y algunos profesores están más encima de sus estudiantes. Pero estoy convencido que la única buena ciencia es aquella en la que el mentor guía, pero no resuelve los problemas del estudiante, a no ser que el estudiante se quede en un callejón sin salida. Para mí la libertad del estudiante es fundamental. También hay que considerar que ahora se pide hacer las cosas más rápido, están las becas que te dicen que en cuatro años (Conicyt) debes terminar y no puedes demorarte más en tu doctorado. Es bueno que se reciban rápido, pero hay problemas que se demoran un poco más por varias razones.

-¿Qué diferencias ve entre la formación que recibió usted, la que se hacía hace 25 años y la que están recibiendo los científicos ahora?

La verdad es que la ciencia en Chile ha evolucionado muchísimo. Nosotros, con Cecilia Hidalgo, Francisco Bezanilla, fuimos los primeros doctores. Salimos en 1969, entonces la ciencia profesional comenzó hace muy poco en Chile, hace 50 años. Es una ciencia muy nueva, pero ha cambiado muy rápido, se ha profesionalizado muy rápido. Hoy día los estudiantes tienen mucho más acceso a revistas, a equipos. De alguna manera también, el desarrollo democratizó a las ciencias, en varias formas: primero porque el acceso ahora a las revistas es prácticamente ilimitado, con un computador te puedes meter a cualquier revista si sabes hacerlo, cosa que no teníamos nosotros, teníamos que pedirles a nuestros amigos en el extranjero esa materia. Hoy pueden comprar equipos, encargarlos, nosotros lo teníamos que construir, pero eso nos hacía competir de igual a igual con nuestros pares del extranjero, porque nos permitía crear nuevos equipos porque entendíamos cómo funcionaba. Yo creo que esto último se ha perdido un poco.

- Eso los obligaba también a trabajar con otros científicos que no eran de su área, pero necesitaban su contacto en esta construcción

Así es. Había mucha colaboración con físicos, químicos, matemáticos. Ahora también se está estableciendo obligación la colaboración y la interdisciplinariedad a través de los Institutos Milenio. Esto es una cosa fundamental en ciencias, porque las necesitas para realmente construir una historia que sea competitiva y que termine en una buena revista. Tienes que atacar el problema desde muchos puntos de vista, con electrofisiología, imágenes, fluorescencia, biología molecular, muchas áreas de la ciencia para crear un artículo bueno que pueda entrar en una revista competitiva.

Lo que falta probablemente es un poco de artesanía. A nosotros nos hizo extremadamente independientes, teníamos que construirnos todos los equipos. Cuando salimos a nuestros postdoctorados, teníamos un bagaje de independencia que prácticamente no tenía casi ningún estudiante norteamericano, esa era una ventaja enorme. Algo de eso veo ahora en mis estudiantes. Los míos tienen que entender todos los equipos que están ocupando, hay equipos más complicados que otros, pero el estudiante debe entender.

luxoro
Mario Luxoro, premio Nacional de Ciencias Naturales (2000) fue uno de los impulsores de la creación de la Facultad de Ciencias de la U. Chile y del Laboratorio de Fisiología Celular de Montemar, donde trabajaron Latorre, Hidalgo y Francisco Bezanilla, biofísico y miembro de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias de Estados Unidos.

-¿Es quizás muy rápido el modo en que los jóvenes de pregrado se están convirtiendo en científicos, con doctorados y postdoctorados?

Yo creo que esta carrera es estándar. Tú haces tu postdoctorado en el tiempo que sea necesario, y fundamentalmente, lo ideal es que te salgas del ambiente en que estuviste y hagas un post doctorado en un ambiente diferente y que ojalá sea en el extranjero porque ese roce internacional es lo que hace que la ciencia sea universal

Es necesario que nuestros estudiantes tengan constantemente este roce con científicos de afuera, porque el qué hacer, las presiones son diferentes en distintas partes. Creo que uno se profesionaliza y llega a entender cómo funciona la ciencia con ese roce internacional. La ciencia está avanzando muy rápido, sin estar en contacto con lo que está pasando afuera, te puedes quedar muy rápido atrás.

-¿Cuántos científicos ha formado en este tiempo?

(Ríe) No sé, unos 40 o 50, no sé muy bien (ríe de nuevo). La mayoría en su doctorado.

-¿Qué creen que destacarían ellos de usted cómo formador?

Yo soy una persona que hace mucho bullying (ríe). Lo que pasa es que con el tiempo uno se ablanda más, yo creo que soy como un abuelo. (Piensa un momento) Yo creo que si le preguntaras a ellos dirían, “nos dejó libres de hacer lo que quisiéramos, pero estuvo siempre al lado de nosotros”. Es como tan lejos tan cerca. Es darles oportunidades a las personas, crear un ambiente en el que la creación esté por sobre todas las cosas, crear, resolver problemas en un ambiente en el que hay mucha camaradería y colaboración entre ellos.

¿Cómo es la calidad de los científicos que se forman hoy en Chile?

A ver si tú lo comparas cuando yo comencé, y lo que hay ahora, creo que se ha progresado enormemente. Hoy de los doctorados la gente sale bien preparada, hay mucho todavía de artesanía, de hacerse las cosas en comparación con lo que ocurre afuera. Desde el punto de vista de la formación yo creo que estamos bien, pero es muy importante que los estudiantes una vez que terminen acá salgan. La ciencia en Chile es razonable y buena, pero requiere que salgan del país. En Estados Unidos, Alemania, Francia, hay muchos países que están haciendo ciencia de frontera y no por nada son los que se llevan Premio Nobel.

-¿Estamos lejos aún de contar con un Premio Nobel de ciencia chileno o chilena?

Yo creo que sí, estamos lejo para poder tener realmente un Premio Nobel primero tienes que seleccionar, hacer “scautismo” como dicen los gringos. Esto es, identificar a los jóvenes que son brillantes y una vez que los tienes, darles todo para que desarrollen su investigación. Pero aquí lo hacemos al revés. Si identificas a un grupo de gente excepcional tienes que pasarle todo lo que necesita. La gente joven en Estados Unidos, cuando son muy buenos puede recibir grants (subsidios) por hasta un millón de dólares y los nuestros no pueden competir con eso. Estamos muy lejos, porque tenemos que flexibilizar el sistema y eso significa que los jóvenes brillantes, que lo están haciendo muy bien, tengan recursos. Si tomas cien y de ellos uno saca el Premio Nobel, vas a cambiar la ciencia en Chile.

-¿Lo dice porque los premios y reconocimientos se van heredando a los estudiantes que vienen detrás?

Por supuesto. Si tú ves un árbol genealógico por decirlo así, te aseguro que, en un grupo de Premios Nobel, tienen estudiantes que también lo serán. Nosotros formamos de la mejor manera posible pero no tenemos la posibilidad de crear el nicho ecológico para que esa gente brillantísima tenga todo lo necesario para que se desarrolle plenamente. Lo que hemos hecho nosotros acá en el Centro es crear un grupo Max Planck y qué significa eso, que identificamos a través de un concurso internacional a una persona. Se lo ganó una investigadora de Taiwán. Ella se vino a Chile, se le pasa cierta cantidad de dinero para que pueda hacer lo que quiera. Es algo parecido a lo que pasó en Montemar, pudimos investigar en lo que queríamos, todo sobre la jibia. Es así como de ocho científicos salieron tres Premios Nacionales (Luxoro, Latorre, Hidalgo) y dos miembros de la Academia Nacional de Ciencias, y después está Francisco Bezanilla que es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias

"La ciencia en Chile es razonable y buena, pero requiere que salgan del país", resalta Latorre.

-¿Qué les falta a los científicos que se están formando hoy?

Yo creo que sigue faltando fondos. El presupuesto que tiene la ciencia en el país es de miseria y mientras eso siga siendo así, será muy difícil que les permita nuestros jóvenes competir de manera que realmente sea competitiva, porque no les estás dando todas las posibilidades. Estamos compitiendo contra un científico joven en estados unidos que él solo puede tener entre un millón y un millón y medio de dólares por año que es lo que recibimos todo como un Instituto Milenio para 130 personas. Son diferencias abismales.

-¿Cómo ven en el extranjero al científico chileno?

Yo creo que nos miran bien. Por lo menos lo que yo puedo decir, puedo hablar por mí, a mis estudiantes en general les ha ido muy bien afuera. La gente que los reciben, queda contenta con ellos. Hacer ciencia acá es rudo, entonces uno tiene que batirse con menos, aprender más cosas de las que necesita por ejemplo un estudiante americano. Tengo algunos estudiantes que son profesores en universidades que hacen aparatos, microscopios, tienen sus propias compañías y eso yo creo que se aprende a partir de las restricciones de fondo. Hay que rasguñarse por sus propios espacios.

-¿Está orgulloso de los científicos que ha formado en este tiempo?

De mis niños estoy tremendamente orgulloso, muy orgulloso.

-Pero son niños grandes ya..

O sea, tengo tataranietos ya (risas).

-A comienzos de año usted fue reconocido como parte del 2% de los científicos más citados en el mundo según la Universidad de Standford

Es un reconocimiento que se hace a la ciencia que hace un grupo de personas y ese grupo son mis colegas y mis estudiantes. Te lo voy a poner de manera muy simple, cuando yo volví a Chile no podría haber hecho todas las cosas que hice si no hubiera encontrado un grupo de colegas que fueron fundamentales en la Facultad de Ciencias y para que la ciencia que se hacía ahí fuera competitiva y estuviéramos arriba de la ola constantemente. Además, tuve la suerte enorme de volver en un momento en que la gente se había ido casi todo, prácticamente no había nadie, pero sí muchos estudiantes que como los pajaritos querían gusanitos y el laboratorio se llenó de muy buenos estudiantes. Tuve la suerte de tener todos estos colegas con los que empujamos el barco hacia adelante. Yo soy la consecuencia de esos colegas y de mis estudiantes, soy parte de un grupo, de un conglomerado. Tenía el timón del barco, pero sin los estudiantes y mis colegas no hubiera llegado.

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