Con pancartas anti cánticos y el Presidente Boric presente: el lado B del cierre de la Roja en las amargas Eliminatorias
La Selección tuvo su último partido en el accidentado proceso al Mundial 2026, donde fue colista.

Una hora antes del inicio, el recinto de Ñuñoa lucía semivacío. Ni siquiera el regreso de Marcelo Bielsa, ahora en la banca celeste, alcanzó para colmar las graderías. El castigo por los cantos racistas frente a Argentina redujo el aforo y, aun con menos entradas disponibles, sobraban asientos. La imagen hablaba de la desconexión creciente entre la Selección y su público. El resultado de unas Eliminatorias infaustas, que culminaron el martes por la noche con el 0-0 entre la Roja y Uruguay.
La ANFP intentó enviar señales correctivas. En la galería se desplegaron lienzos con mensajes como “No más cantos discriminatorios” o “Sanción de cuatro años”. A eso se sumó la tarjeta verde, un gesto simbólico que volvió para promover el respeto al himno rival. Todo en medio de un ambiente donde el fantasma de las sanciones de la FIFA sigue rondando. En el palco oficial apareció el Presidente Gabriel Boric, vistiendo la chaqueta del Team Chile. Su presencia no pasó inadvertida.
Otro actor presente en Ñuñoa fue Michael Clark. El timonel de Azul Azul aprovechó el instante para referirse a la Supercopa y criticar con dureza la decisión de la ANFP de mantener el partido. “Me sorprende la tozudez”, dijo, apuntando a Pablo Milad y a la Delegación Presidencial. La escena revelaba una constante del fútbol chileno: incluso en el marco de la Selección, los conflictos domésticos se cuelan con fuerza.
El retorno de Bielsa
Pero el gran protagonista de la noche fue Bielsa. 16 años después de su último partido en Ñuñoa, el entrenador argentino volvió al coloso que lo convirtió en referente eterno para los hinchas. Desde la previa se desplegaron pancartas con mensajes de agradecimiento y se escucharon cánticos en su honor. El rosarino, fiel a su estilo, respondió apenas con un gesto con la mano. Luego, en el partido, alternó la calma de la heladera con la energía de sus recorridos en la zona técnica. Del otro lado, Nicolás Córdova intentaba sostener un proceso en ruinas.

El resultado, un empate insípido, apenas confirmó lo que ya se sabía: Chile cerró su tercer proceso clasificatorio sin Mundial. Para Uruguay, en cambio, fue una estación más en el camino que Bielsa lidera desde 2023. La diferencia de estados de ánimo era evidente. La Roja jugaba por cumplir; la Celeste, por consolidar un proceso.
La logística
La cita en Ñuñoa tenía además una lectura logística. El choque se transformó en la última prueba del Estadio Nacional de cara al Mundial Sub 20. Los 14 camarines remodelados, la nueva enfermería para controles de doping y los ajustes en baños y pasillos fueron puestos a examen. El encuentro sirvió como ensayo general de accesos, evacuación y servicios sanitarios en un escenario que deberá sostener jornadas de máxima exigencia en pocas semanas.
Así, el cierre de las Eliminatorias dejó un mosaico contradictorio. Hubo gestos de memoria, como los cánticos para Bielsa. Estuvo la solemnidad presidencial y, en paralelo, la disputa dirigencial por un torneo local. Todo frente a una Roja que no emociona.
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