¿Triunfo generacional? La consolidación del poder de la primera camada de dirigentes UDI que no conoció a Guzmán

El Presidente de la UDI, Javier Macaya, y la secretaria general, María José Hoffmann. FOTO: KARIN POZOAGENCIAUNO

Tras el contundente triunfo del Rechazo y hasta los días previos al pacto suscrito el lunes por los partidos, líderes históricos de la derecha conservadora se opusieron a un acuerdo que pudiese repetir un escenario refundacional y diera un impulso –inmerecido para ellos- al Presidente Boric. Desde el 4 de septiembre, la nueva generación que tomó las riendas de la UDI -Javier Macaya, María José Hoffmann y Guillermo Ramírez, entre otros- se jugó por superar esas reticencias y logró imponer sus términos.


De no creerlo. Convención 100% electa de nuevo. Se repite el proceso. El resto es música. Pensar que expertos, a los que no les dan derecho a voto, podrán ejercer derecho a veto solo puede existir en el imaginario de algunos negociadores”.

El punzante tuit de la exconvencional Marcela Cubillos criticando el acuerdo minutos después de ser firmado y antes de su anuncio la noche del lunes 12, alertó a la recién reelecta directiva de la UDI, liderada por Javier Macaya.

Aunque Cubillos dejó de militar en la UDI hace más de 15 años, el temor era que estuviese alineada con los exconvencionales gremialistas -Constanza Hube, Rodrigo Álvarez, Carol Bown y Arturo Zúñiga, entre otros-, quienes eran partidarios de un nuevo proceso constituyente que se realizara mediante reformas al actual texto desde el Parlamento.

Pero al día siguiente Macaya fue constatando rápidamente que la opinión de Cubillos era aislada y que el ambiente en su partido –y en la derecha en general- era mejor de lo que había imaginado con el resto del equipo negociador.

Salvo airadas -y esperadas- reacciones de dirigentes de bases, principalmente de La Araucanía, Antofagasta y Arica, que tildaban al senador de “traidor”, esa mañana el presidente de la UDI recibió puras felicitaciones por el pacto alcanzado. Incluso de líderes históricos que se habían opuesto hasta última hora a un órgano con convencionales 100% electos.

En la lista de llamadas y mensajes recibidos estaban casi todos sus antecesores -Pablo Longueira, Hernán Larraín, Juan Antonio Coloma y Patricio Melero-, la comisión política y figuras influyentes, como Joaquín Lavín, Edmundo Eluchans y Andrés Chadwick.

Este último -quien hace 15 años fue quien invitó a Macaya a participar en política y a la UDI-, paradójicamente, había sido uno los más duros opositores a la idea de abrir un nuevo proceso constituyente, según cuentan en la colectividad de calle Suecia.

El paso al frente de Macaya y de quienes encabezaron la negociación junto con él -los diputados Guillermo Ramírez y Juan Antonio Coloma, la secretaria general, María José Hoffmann y el abogado Max Pavez- implicó para muchos la consolidación de la primera camada de dirigentes que no tuvo un trato directo con el fundador de la tienda, Jaime Guzmán.

Este grupo -junto con referentes como Ernesto Silva y la alcaldesa Daniela Peñaloza, entre otros- se jugó por sostener las negociaciones, pese a la fuerte reticencia que había en las bases y en distintos dirigentes históricos.

El presidente del Senado, Álvaro Elizalde (PS), reconoce que esta “nueva generación de la derecha” facilitó las cosas. “Hay un cambio generacional importante, en Chile Vamos había una fidedigna voluntad de llegar a acuerdos..., mientras que la extrema derecha se olvidó del 18 de octubre”, agrega el senador socialista.

Tras 98 días de complejas negociaciones con el oficialismo -y también roces internos-, el lunes pasado Chile Vamos anunció y defendió el nuevo acuerdo. Foto: Andres Perez

Nueva música en Suecia 286

El primer análisis hecho la mañana del martes por la mesa fue positivo: en pocas horas se había instalado en la UDI que se había logrado un buen acuerdo (50 convencionales electos y 24 expertos designados), con varios “seguros” que impedían repetir lo ocurrido en la pasada Convención.

El haber renunciado a un rol más incidente de los expertos -punto importante había sido que tuvieron derecho a voto- no era tema, como temían. Y a ello se sumaban las caras largas de dirigentes oficialistas (captadas la noche anterior en el Congreso en Santiago) que mostraban en vivo los noticieros.

Tras 98 días de negociaciones -en que había puesto todo su capital político en pro de un acuerdo-, Macaya sintió por primera vez que había logrado un triunfo.

“Sin duda que todo el equipo negociador liderado por Javier (Macaya) pertenece a una nueva generación joven que contó con el respaldo total del partido”, afirma Rodrigo Álvarez.

El senador oriundo de San Fernando también le había doblado la mano a un grupo de dirigentes históricos del sector, que tras el apabullante triunfo del Rechazo planteaban que los chilenos habían expresado con claridad que no querían cambiar las bases institucionales de nuestro país.

“El acuerdo dejó en claro que un grupo de dirigentes que tuvo el control de la derecha en las últimas décadas ya no pone la música”, dice un dirigente de la UDI.

Los otrora “coroneles”, que por años controlaron al gremialismo, ya figuran en la retaguardia (solo el senador Coloma se mantiene políticamente activo).

“Aunque costó”, advierte el exministro Claudio Alvarado (UDI), “la UDI “honró su palabra empeñada, asumiendo los costos que ello pueda implicar en el corto plazo”. “Lo anterior da cuenta que las nuevas generaciones tienen plena conciencia que los objetivos país deben estar por sobre los cálculos pequeños”, agrega Alvarado, quien pertenece a la generación de los “coroneles”

Otra clave que destaca un dirigente de la UDI, es que demostraron al resto de los partidos que esta nueva generación estaba disponible para hacer acuerdos con el gobierno y la centroizquierda.

“Se hace evidente que hay una nueva generación, tanto en el gobierno como en la oposición, dirigiendo la conversación”, afirma el analista político, cercano a la UDI, Gonzalo Müller.

Algo que comparte Claudio Alvarado, director del Instituto de Estudios de la Sociedad: “Fue una apuesta exitosa de las nuevas generaciones que tiene que ver con una centroderecha que entiende, o que está haciendo un esfuerzo por entender, que tiene que impulsar cambios y agendas propositivas y reformistas”.

En la misma línea, el investigador del CEP Juan Luis Ossa estima que más que un triunfo generacional de un sector en particular, “el acuerdo refleja la posición de aquellos que hace años vienen insistiendo que es factible introducir cambios sin pasar por alto la institucionalidad”.

Tras el referéndum, la directiva de la UDI debió enfrentar muchas voces al interior del partido que argumentaban que estaban ante un nuevo escenario y que había que hacer sentir la derrota del Apruebo al gobierno.

Triunfo con efecto boomerang

La tarea del exdiputado sanfernandino no fue fácil. Tempranamente en la campaña del plebiscito, Macaya dijo que “con justa razón no nos creen que queremos cambiar la Constitución” y que debían “dar muestras de confianza”, lo que le valió cuestionamientos internos.

Esta apuesta -dice otro dirigente - iba en contra de lo que indica el manual básico de la política: que en un sistema electoral proporcional un partido de oposición debe buscar la polarización y no la moderación y la búsqueda de acuerdos, como lo estaba proponiendo Macaya.

El sorpresivo 62% (7.882.238 votos) obtenido por el Rechazo, lejos de allanarles el camino produjo un efecto boomerang que complicó la pronta concreción de un acuerdo.

Tanto en la UDI como en RN aparecieron varias voces -de bases y dirigentes- que argumentaban que estaban frente a un nuevo escenario y que había que hacer sentir la derrota a La Moneda y a sus partidos, tal como ellos lo habrían hecho en un escenario adverso.

La expresidenta UDI Jacqueline van Rysselberghe era una de ellas. “La inestabilidad del país no pasa por una nueva Constitución y es un espejismo creer que un nuevo texto arreglará los problemas. Sin embargo, creo que era muy difícil marginarse de un nuevo acuerdo”, dice la exsenadora identificada con el ala dura de la tienda y parte de la disidencia a Macaya.

Su exsecretario general Felipe Salaberry confiesa que tras el plebiscito, él junto a Víctor Pérez y otros miembros de la comisión política plantearon que la directiva debía “ir piano a piano”, sin olvidar que la propuesta constitucional, apoyada con entusiasmo por el gobierno, había sido derrotada.

Macaya y Hoffmann, entonces, realizaron diversos viajes por el país para ordenar a sus filas.

Jacqueline van Rysselberghe: "Es un espejismo creer que un nuevo texto arreglará los problemas. Sin embargo, creo que era muy difícil marginarse de un acuerdo”. FOTO: RUDY MUÑOZ.

La advertencia de los “duros”

Durante las tratativas, en el oficialismo y en la oposición era un secreto a voces que Boric y Macaya mantenían un diálogo para empujar un acuerdo desde sus respectivas trincheras. Esta relación salió a la luz pública de la peor manera que ambos hubiesen querido.

Cuando se iba el mes de noviembre con las negociaciones empantanadas, los exdiputados intentaron buscar un mecanismo que satisficiera a todos.

Este consistía en que un grupo de expertos elaborara un anteproyecto de nueva Constitución y se lo entregara a un órgano 100% electo para que redactara la propuesta final. Esta, sin embargo, debía ser ratificada por 4/7 del Congreso antes de ser plebiscitada.

La filtración en La Tercera de la cita en La Moneda enfureció al presidente de RN, Francisco Chahuán, y a su secretario general, Diego Schalper, quienes interpretaron como una traición que su socio principal estuviese negociando a espaldas de ellos.

La reunión -y también el mecanismo- tampoco cayeron bien en los sectores más conservadores de la UDI, quienes esa misma noche del 30 noviembre le rayaron la cancha a Macaya durante un encuentro por Zoom.

Andrés Chadwick, Coloma, Gonzalo Cordero, Manuel Cereceda y Darío Paya le llamaron la atención al presidente de la colectividad, manifestándole que no podía correr el más mínimo riesgo de que se volvieran a elegir convencionales poco preparados, como había ocurrido en 2021. Que no se le podía dar “agua” al gobierno y que un mal acuerdo le entregaría “en bandeja” a José Antonio Kast y a los republicanos la posibilidad de arrebatarles su electorado.

Para algunos de estos históricos, el temor era que la directiva fuera “ingenua” en algunos aspectos ante un gobierno de izquierda que había sido una dura oposición.

Jadue Kast
“La aparición de Jadue y Kast contra un nuevo acuerdo fue leído por ambos lados de la mesa negociadora como una chispa que podía agarrar fuerza...”, señala uno de los negociadores UD.

Kast y Jadue facilitan acuerdo

Un poco magullado por el fracaso de su operación, Macaya retomó las conversaciones -con un perfil más bajo- encontrándose con un endurecimiento de RN.

La dupla de Chahuán-Schalper vio en el traspié del senador una posibilidad de tomar las riendas de las negociaciones y lo hicieron con una postura más dura ante el oficialismo. Ello les permitiría tener protagonismo y enviar una señal a las bases más duras de RN.

Pero el domingo pasado la entrevista de José Antonio Kast en La Tercera, donde afirmó que “no necesitamos una nueva Constitución”, comenzó a cambiar el escenario. La advertencia del expresidenciable republicano se sumaba al llamado de Daniel Jadue (PC) a su partido a no firmar un acuerdo que, a su juicio, sería adverso.

“La aparición de Kast y Jadue fue leído por ambos lados de la mesa negociadora como una chispa que podía agarrar fuerza...”, señala uno de los negociadores UDI.

Horas después el grupo negociador de Chile Vamos lograba firmar un acuerdo que, en su propio diagnóstico, “fue mucho mejor de lo que pensábamos”. Y rápidamente los “duros” se alinearon.

El abogado Gonzalo Cordero, por ejemplo -quien el sábado pasado en este diario dijo que “los dirigentes de derecha están a la izquierda de su electorado”, valoró el entendimiento alcanzado: “Es el momento en que todos en la centroderecha, sin excepción, se aboquen a que esto resulte lo mejor posible”.

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