Los días en que Alexis Sánchez se volvió a sentir Maravilla en su obsesión por conseguir su último gran sueño

Alexis Sánchez celebra su segundo gol en La Paz (Foto: AP)

Ante las ausencias de Arturo Vidal y, después, de Claudio Bravo, el tocopillano asumió la responsabilidad que le correspondía como referente de la Roja, Frente a Bolivia, lo hizo dentro de la cancha, donde con dos goles ratificó su importancia para la Selección. Fuera de ella, lejos de su timidez habitual, se preocupó especialmente de mentalizar a los más jóvenes para que le ayudaran a mantener vivo su gran anhelo: jugar su último Mundial.


Ni bien había comenzado el partido entre Bolivia y Chile, Alexis Sánchez empezaba a insinuar que ofrecería una de sus actuaciones especiales. El tocopillano entraba a la cancha motivado, dispuesto a ofrecer su mejor versión. Sabía que estaba frente a un momento crucial. No solo para la Selección, también para su carrera. A los 33 años, asume que Qatar 2022 será su último Mundial. Es la idea que le viene dando vueltas en la cabeza hace varias semanas. Sabe que en su talento reside buena parte de las opciones de la Roja de volver a codearse con los mejores del planeta. Que tiene sobre sus hombros la presión de todo el país. Sin embargo, la enfrenta con esa naturalidad y desparpajo que lo convirtieron en uno de los jugadores del mundo.

La imagen que deja el primer tiempo en el Hernando Siles retrotrae, precisamente, a los momentos en que se consolidó como uno de los mejores futbolistas del planeta. Personalidad, despliegue, velocidad, talento y certeza se conjugaron en minutos memorables. “Es el del Arsenal”, fue uno de los comentarios que más se repitió en las redes sociales. Había sido en los Gunners donde había alcanzado un nivel excelso, que lo llevó a dar cumplir el gran sueño de su vida: dar el salto al Manchester United. Esa historia, producto de los constantes problemas físicos, no terminó bien. Sin embargo, la calidad seguía intacta. Y su liderazgo, en los momentos claves, es cuando más aparece. Según miembros de la delegación, Alexis se levantó ese mismo día del duelo repitiendo que estaba seguro que vencerían a Bolivia. “Les transmitía mucha calma a los más jóvenes. Les daba consejos. Fue un Alexis líder absoluto. Fue clave en esta pasada y victoria por Bolivia”, dicen desde la Roja.

Alexis Sánchez celebra el primer gol ante Bolivia (Foto: Reuters)

Diálogos, aplausos y gorros

En rigor, Sánchez no había vuelto a ser el del Arsenal. La referencia había que buscarla mucho más cerca. Ya en el remate de la última temporada con el Inter de Milán, el tocopillano había dado muestras de que su calidad seguía intacta. Aunque no fue titular, porque la dupla ofensiva estaba compuesta por Romelu Lukaku y Lautaro Martínez, cada vez que ingresó se hizo notar. Las asistencias se transformaron en su especialidad. Este año, sus actuaciones le han valido constantes elogios de parte del técnico interista Simone Inzaghi. En la Supercopa italiana, ante la Juventus, se elevó a la categoría de héroe, tal como este martes en La Paz: marcó el agónico triunfo que les dio el trofeo a los lombardos. En Italia pocos se atreven a cuestionar su vigencia. Por el contrario, resaltan que se trata de un jugador distinto. Un fuoriclasse. Los hinchas lo aclaman y el club le asigna un rol especial.

Los dos goles que le marcó a Carlos Lampe justifican que, hoy, todo el mundo hable de Alexis Sánchez. En Italia, por ejemplo, el Inter resume el impacto que tuvo su actuación. “Vuelve a ser el héroe de su país”, resalta una de las plataformas oficiales de los nerazzurri, en un resumen que se ajusta en plenitud a la importancia que tiene para Chile la actuación de uno de sus principales referentes deportivos del último tiempo.

Alexis le firma un balón a un hincha que lo esperaba afuera del hotel. FOTO: Christian González.

El resumen de los italianos es correcto. Hoy, en Chile, no debe haber nadie que no comente acerca de su notable presentación. Sin embargo, su influencia comienza un poco antes. Ya en Calama, en la antesala del choque frente a Argentina, en la concentración de la Roja habían visto a un Alexis distinto al de otros años. Quizás por efecto de su dulce presente en Italia, en el norte, o porque retornaba a las tierras en que había comenzado a escribir su leyenda, en el norte mostró su mejor cara. Se le vio reír y bromear, pero sobre todo transmitirles sus experiencias a los más jóvenes. Uno de esos días, por ejemplo, se metió en el chorro del aspersor que regaba la cancha del estadio Zorros del Desierto para refrescarse. Se sentía en casa. Ni la caída frente a Argentina, que le dolió porque volvía a poner en riesgo la última gran aspiración que tiene para su carrera, le cambió el semblante. Sobre todo a los más jóvenes, los arengó para levantarles el ánimo y para convencerlos de que era posible dar en La Paz el zarpazo para mantener la ilusión de llegar a la cita asiática. A ellos les pidió, especialmente, que dejaran hasta la última gota de sudor para salir matemáticamente vivos. Y para que su gran sueño siguiera latente. Todos entendieron la señal.

Lo escucharon

Sánchez encontró a un grupo receptivo a sus palabras, que lo reconoció como líder. Que lo escuchó. El foco estuvo en él, sobre todo en los últimos días, en lo que el lesionado Claudio Bravo se sumó a la ausencia del suspendido Vidal, dos de los que le discuten la popularidad. Ahora, solo Medel y Ben Brereton se le acercaba en ese acápite. Y, para mayor abundamiento, lo favoreció un ambiente especial en torno a su figura. En la previa al duelo frente a Bolivia, el Niño Maravilla fue uno de los que más arengó al plantel. Y, al mismo tiempo, fue el jugador que contuvo a sus compañeros cuando el equipo de Farías se le venía encima. En Calama, por ejemplo, recibió el cariño de la gente, que no paró de aclamarlo. Recibió la carga de cariño y energía que requería justo antes de acometer su último gran asalto a la cima del fútbol mundial.

En el norte se produjo una simbiosis especial. Si Alexis recibió cariño, lo devolvió con varios gestos. Fue, por ejemplo, uno de los futbolistas que se acercó a la reja que dividía a los fanáticos de los jugadores para tomarse fotos, firmar autógrafos y balones y hasta regaló un par de gorros, incluso poniéndose al límite del protocolo sanitario. Casi siempre se las arregló para ser el último en abordar el bus que llevaba a la Roja a los entrenamientos, quizás para monopolizar la ovación. Y, principalmente, sonrió, ese parámetro que fijó Martín Lasarte cuando llegó para establecer en qué condiciones se encontraba. “A Alexis se le tiene que ver la sonrisa; si no, mala cosa”, declaró Machete cuando asumió la Roja a El Deportivo. Esta semana, en efecto, a Alexis se le vio la sonrisa. Y Chile lo terminó disfrutando.

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